martes, 30 de marzo de 2010

Alien, sexualidad pervertida

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Advertencia: Contenido altamente friky.
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Una de mis películas favoritas de ciencia ficción es Alien, el 8º pasajero. Y uno de los artistas más inquietantes de la 2ª mitad del siglo XX es Giger. Inquietante sobre todo por la visión perversa y alienada (nunca mejor dicho) que del sexo muestra en sus obras. Y eso se refleja en la película, según yo entiendo:
Antes de que el alien se convierta en adulto, habiendo sustraido de la víctima la información genética necesaria para adoptar un cuerpo adecuado y más robusto, la relación que se crea entre víctima y agresor es sexual: El facehugger, la "mano" que sale de los enormes huevos que pone la reina, es una especie de vagina con patas.

Pero su sentido es perverso, es una vagina penetradora, su intención es penetrar, entrar en la boca de su víctima, a la fuerza, subvertiendo el orden natural. Es decir, es una violación, pues detrás de dicha intención reside un fin reproductor, es decir, sexual, pero sin la participación del sexo de su víctima.

Además, es una violación interespecie, el alien no necesita relacionarse con miembros de su especie para procrear, sino que le vale cualquier organismo de su entorno. Y no importa que sean hembras o machos, pues el alien no busca unos órganos sexuales determinados, sino que es autónomo, su fecundación no requiere un sexo opuesto, porque los aliens son asexuados, paradójicamente. Esto los hace más siniestros si cabe, pues los aliens "entienden" el sexo de una forma horrible e inmisericorde.

La reproducción del alien es doble, en cierto sentido. La película de Ridley Scott mantiene el misterio sobre la procedencia de los huevos que contienen a los monstruos. En las siguientes películas, conocemos al alien reina. Pero lo que no llegamos a conocer nunca es el proceso por el cual la reina es fecundada (y, como en insectos tales a las hormigas, tras ser fecundada una vez, procreará indefinidamente hasta su muerte). El alien es, primero, engendrado por la reina alien, pero sólo en su estado larvario, que tras eclosionar necesitará a un huésped para culminar su proceso de formación, como si de un gusano que se convierte en mariposa se tratase, solo que de una forma distinta, pues la larva aquí no se transforma, sino que muere después de "fecundar" a su víctima.
El alien, "engendrado" por segunda vez, no va a devorar a su huésped, como sucede con algunos insectos, sino que será "dado a luz". El cuerpo del huésped funciona como el de una madre, lo alimenta y le transfiere parte de su información genética, y cuando está suficientemente formado, se produce el "parto", salvo que en este caso de nada sirve la epidural. El huésped muere indefectiblemente, pues la naturaleza del alien es individualista, es como una plaga que busca la supremacía absoluta frente a cualquier otro ser de su entorno.

No es de extrañar que muchas mujeres embarazadas que ven la película sientan un profundo malestar en la escena del chestbuster, porque nadie desearía un parto semejante...

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miércoles, 24 de marzo de 2010

Retrato


Una persona va caminando en la oscuridad, a tientas casi, en un rincón de la ciudad. Apesadumbrada maldice su suerte. Ha tejido una tela de araña a su alrededor, para protegerse a sí mismo, pero se engaña; hiere y atrapa en su red a los demás. No ha tenido suerte en la vida, pero tampoco la ha buscado. No lo ha intentado. Es un espejo para los demás, pero nunca ha visto su propio reflejo. Se atormenta con divagaciones pesadas, aunque no libera su mente a los otros. Es cínico por naturaleza, mas no nació así. Siente un furor contenido, una fuerza interior que le apresa, y sin embargo pasa la vida sentado en un mirador.
Ha tenido la necesidad de vagar por las calles, pero es como si deseara vagar por un descampado. Tiene piedad de sí mismo, y también de los demás. Es observador, pero sobre todo de su propio ser. Dispone de mil recursos a su lado, aunque pasa rozándolos apenas, imitando contornos y espesuras, sazonando el paso con suspiros y mohines.
Últimamente ha cobrado fuerza en él un impulso inconfesable, atroz, que querría desatarse en desbandada, y si aflorara no podría volver a llamarse nunca más persona.
Es consciente de sus límites, pero ansía, desesperadamente, quebrarlos, traspasándolos.
Es inagotable su meditabunda inclinación, y sin embargo lo considera insufrible. Ama sobre todo la paz, pero codicia el fulgor de un relámpago, el momento incesante de la eternidad del ahora. Se ve a sí mismo sobre un corcel al galope, sin aliento y desgarrado, dividido en partículas inflamadas, incandescentes contra las partículas que le circundan en una agitación irreal y acompasada, plagada de miríadas de ángeles en un vuelo orbital de diamantes incrustados en vestiduras y trompetas áureas sopladas con adorante frenesí.

martes, 23 de marzo de 2010

De los fractales al infinito

Paseando por la red, buscando información sobre los fractales, me topé con fractales, y allí con dos artículos interesantes sobre fotografía y retoque fotográfico digital: Dave Hill y Jill Greenberg
Bueno, realmente son las webs de estos dos fotógrafos, un paseo por su producción, que en ambos destaca por su virtuosismo. Y además de disfrutar de sus creaciones, disfruté con la originalidad del diseño de ambas páginas.
Por cierto, no llegué a ver nada sobre fractales. Los derroteros de la red me deparaban otros caminos. Así es la vida del internauta, a veces.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Mi refugio nuclear

Mi refugio nuclear es particular.
Mi caverna en las entrañas del terreno infértil.
La extraña cueva de medidas perfectas.
A cielo abierto se vería su hermosura.
Cuatro esquinitas tiene, mas una puerta, que más fácil es de guardar.
A veces salgo a jugar al patio de mi recreo.
Sin luces y a oscuras. No me vas a encontrar.
Cuando surge el miedo pienso en ti,
mi refugio nuclear.
No es de hierro, no es de metal.
Es un cascarón de nuez, una afilada navaja
que corta el silencio.
Pero aquí abajo no se está mal,
subo y bajo la pared,
a tientas hojeo una revista,
y disfruto recordando mi vida de carnaval.
La feria ha terminado, recogen los feriantes sus puestos.
De nuevo, mi refugio, a solas te quedarás.

viernes, 5 de marzo de 2010

La lucha con las ballenas


Recuerdo la lucha con las ballenas.
Fueron los días más felices juntos.
El arpón agarrado a su dura piel, haciendo que la sangre tiñera las aguas verdes.
Pronto descubrimos que no lo hacíamos por los beneficios. Lo hacíamos por la emoción que conllevaba, por la constante sensación de indefensión, por la aparente desproporción del combate, por el triunfo del hombre sobre las fuerzas descomunales de la naturaleza.
A veces la ballena cobraba cara su captura, y muchos marineros, buenos marineros, yacen en el fondo del océano por su causa. Hubo un tiempo en que los llegué a envidiar, pero esa es otra historia.
Ostaende encabezaba todas las cacerías, desde el momento en que oíamos el grito de alarma. Su ímpetu ejercía un efecto en nosotros inmediato. Saltábamos sobre las barcas aullando y riendo, llenos de una energía juvenil desbordante. Era una alegría que no pensaba en la muerte que acechaba bajo las aguas. Era valor, era temeridad, pero aquello nos permitía doblegar a la bestia, al leviatán deforme y gigantesco, de mirada casi humana. Una mirada que aterrorizaba, pero que parecía pedir clemencia. Unos ojos enormes y sin embargo tan expresivos y sinceros.
Ahora que la sal del mar casi ha cegado los míos, en lo que más me recreo es en aquellos años, los mejores sin duda.