sábado, 31 de diciembre de 2011

Top 22 T&S

Mi T&S top actualizado:

1) This is everything
2) Not with you
3) Superstar
4) Monday Monday Monday
5) I hear noises
6) Don't confess (this thing that breaks my heart)
7) You wouldn't like me
8) I know I know I know
9) Where does the good go
10) Walking with a ghost
11) So jealous
12) I was married
13) The con
14) Back in your head
15) Nineteen
16) Dark come soon
17) Call it off
18) Hell
19) The cure
20) Alligator
21) Sentimental tune
22) Someday

sábado, 17 de diciembre de 2011

Corriendo,
desde una distancia infinita
te vi corriendo.
Parecía que corrieses despreocupado,
como el que va a reunirse con un amigo muy querido,
casi como a saltitos.
Pero la carrera es bien corta,
al poco,
desciendes,
y te colocas,
como el que espera la cola del bus,
junto a los demás,
en fila, hombro con hombro,
y esperas.
Esperas muy poco.
Pero qué enorme, qué larguísima
debió de ser la espera.
Arriba,
el ejecutor no tarda nada
en disparar, uno a uno,
a la cabeza, a tu cabeza,
inclinada como si rezaras.
Y caes,
como si nada,
en el fondo de la horrible fosa,
del hueco terrible en la tierra,
donde nada más te ocurrirá,
donde sólo queda tu cuerpo,
porque tú ya no estás,
pues te fuiste
como si nada.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

miércoles, 7 de septiembre de 2011

La Ciudad


Iskander no pretendía construir un laberinto cuando ordenó crear la Ciudad. Pero toda persona es un laberinto, e Iskander se reflejó en la Ciudad.
Las puertas amuralladas observaban al visitante desde muy alto.
Pero estas puertas, en número de diez, estaban siempre abiertas.
Una vez dentro, el viajero no estaba en una ciudad desconocida,
bulliciosa y llena de maravillas.
Era eso, pero era todo lo demás. Tras las esquinas palpitaban misterios ópticos que velaban secretos antros; o aparecían súbitos racimos de casas inimaginadas que acontecían la locura.
Las calles serpeaban en diferentes planos, muchas veces confluyendo sobre sí mismas.
Otras calles eran rectas avenidas de horizonte infinito, que obligaban a detenerse en sus innumerables establecimientos oscuros o luminosos, rebosantes de género y arrebatados por una frenética sensualidad.
A veces las calles conducían a las plazas. Las plazas eran pequeños espacios oscuros,
poseídos por el fantasma de la adivinación y la mendicidad.
Las plazas eran también gigantescas, como explanadas de absurdo desbordamiento, templadas por el sol y por la música de encantadores de serpientes.
Muchas veces, desde lo profundo de una calle, o a través de un soportal o apenas vislumbrado en el reflejo de las aguas perfumadas de un estanque florido, allá arriba, en una torre de edificios o en la cumbre de un talud, los miradores inalcanzables mostraban espléndidos toldos de seda brillantísima, pendones ondeantes de broncíneos reflejos.
Los soportales, como ciempiés monstruosos, recorrían, adosados a los muros y formando parte de los muros, distancias asombrosas, y al verlos pareciera que serpearan como cintas de colores en el viento. Bajo ellos rumiantes y paseantes se esquivaban y entrelazaban, como presos en un corredor de aire rodeando columnas y arcos bellos y serenos y múltiples e interminables.
Los templos, dedicados a las deidades veneradas en todo el orbe, ascendían en una complicada competición malabar, coronados por candelabros y pináculos, adornados por las más hermosas banderas de espeso incienso ceñidas a unos muros constelados de venerables dioses etéreos abisales. Los cultos se prolongaban durante todo el día intrincándose con las caravanas y los voceríos y los enjambres de perros y de niños y las miríadas de oleadas humanas irrepetibles.
En lo alto, en el cielo añil, las bandadas de pájaros exóticos dibujaban filigranas en su intento de imitar el giro de los astros, al igual que la Ciudad imitaba en sus movimientos y deseos a las aves de alma prístina.
El agua desbordante de las fuentes engalanaba las calles con su rumor de finas presas de plata, que se transformaban en albercas y lagos, en mares domesticados ribeteados por veleros blancos.

En el centro de la Ciudad estaba la esfera, en cuya superficie de cristal la vista percibía fragmentos de la totalidad, y girando en torno a ella el viajero por fin podía empezar a comprender su verdadera estructura. A su vez, el viajero se veía reflejado en ella, y por fin se contemplaba, inmerso en la esfera, dentro de la esfera que contenía el universo.

Cuatro veces Iskander vio al Constructor, y todas fueron en sueños.
La primera vez fue en el desierto, arrebatado por las fiebres.
La segunda y la tercera, en la corte del sátrapa de Izmir: La noche de su llegada, y la noche de la muerte de su anfitrión.
La última vez, la víspera de la destrucción de la Ciudad.

miércoles, 31 de agosto de 2011

My top 20 T&S songs



1) This is everything
2) Monday Monday Monday
3) I hear noises
4) Don't confess (this thing that breaks my heart)
5) You wouldn't like me
6) I know I know I know
7) Where does the good go
8) Waking with a ghost
9) So jealous
10) I was married
11) The con
12) Back in your head
13) Nineteen
14) Dark come soon
15) Call it off
16) Hell
17) The cure
18) Alligator
19) Sentimental tune
20) Someday

jueves, 4 de agosto de 2011

Un ángel

Iskander llega a un perdido, o abandonado, poblacho.
Nada indica que haya alguien allí.
Sobre su cabeza gravitan buitres, o cuervos.
Hace calor, parece un desierto, todo alrededor es aridez.
Una sombra se inclina, delante.
Es un muchacho alado; resplandece.
Tocado por una misteriosa gracia, se eleva,
se confunde con las aves, en lo más alto de la esfera celeste.
Cuatro años después recordaría esta escena,
aquejado de una dolencia terrible:
la nostalgia infinita.

viernes, 29 de julio de 2011

El árbol muerto


Un árbol yace, de pie, muerto, al borde de un camino de tierra y polvo.
Iskander se acerca, le da una patada que suena como un crujido.
Le espera un largo, larguísimo camino, pero la visión de ese árbol,
su retorcido ascenso interrumpido, le conmueve misteriosamente.
Todos somos árboles, y este lo siento como parte de mi.
La vida dura lo que debe durar, pero la visión de lo que seremos
es demasiado desgarradora.
Aparta la vista para continuar su travesía.
Nunca más volverá a ver el árbol muerto, solitario,
en medio de la llanura reseca, infinita y abatida,
como por un conjuro inmemorial, por el viento.
Sin embargo, jamás lo olvidará en su mente y en su alma.

sábado, 14 de mayo de 2011

La canción


Primero fue una nota tenue, sencilla y perfumada. Duró medio segundo, pero su recuerdo se extendió en la memoria.
Después siguió un silencio como de bosque en reposo. Según persistía se hizo denso como noche cerrada. Los ecos de la primera nota encerraban una angustia, ahora que nada se oía. El recuerdo se fue extinguiendo; la oscuridad creció. Una vibración de pesadumbre se apoderó del espacio. Como un abismo se cierne ante un agotado explorador, el vacío emergió vertiginosamente. Un eco antiguo, olvidado, resonaba detrás del manto negro. La soledad encerraba algo de triste y de maldito.
La primera y última nota había dado paso al funesto destino de todo. El telón se levantaba. Detrás de él, aún más terrible y oscuro, el silencio más horroroso que alguien jamás oyó.

sábado, 5 de marzo de 2011

Smugglers


La última vez que la vi había desaparecido en una montaña, como humo y viento, de drogas y alcohol. No me di cuenta de lo separados que estábamos ya. Caía la tarde en Palace Street y me soltó la mano. Se acercó a un grupo de smugglers, que jamás había visto. No me dejaron acercarme. Olía a subterráneo y a contaminante Flux. Los coches despegaban y aterrizaban, pasaban zumbando. No se despidió. La habían contratado. Me fui de allí. La cabeza me volteaba, las piernas me llevaban sin rumbo. Ya no reconocía los lugares. Me infiltraba, sin saberlo, en la sima del submundo. Se me acercaban, pasaban a mi lado, seres de tres metros, tristes y horribles; animales vagabundos indescriptibles me rozaban y empujaban; enanos subidos a descabelladas alzas saludaban a los demás con sus sombreros. Las danzas de la muerte se mezclaban con la marabunta que transitaba las calles del averno.

Llegó un momento en que mi mirada no se fijaba en nada. Sólo debía, sólo podía pensar en ella, en lo perdida que debería de estar. Tenía que encontrarla, antes de que muriera en una vorágine de locura y saturación.

Después, el ser de delante me dijo: "Sígueme, aquí no haces nada". Lo seguí, hacia una oscuridad difícil de comprender.


Mientras tanto, ella, en el despacho de cristales rotos, reía su nueva suerte, con su flamante máscara antigás, tirada en el sucio suelo de madera.