viernes, 3 de julio de 2009


La nostalgia, hay días, que lo impregna todo.
Una tarde de otoño, o de invierno, a oscuras en casa,
las luces de la ciudad rezuman en mi cabeza,
las calles se materializan delante de mis ojos.
El corazón a cien por hora,
la sangre bulle incandescente.
Un grito ahogado en la garganta
de regocijo en la juventud
que apenas se intuye perecedera.
Una canción tras otra,
para ser feliz.

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